Jugando con balas, al borde de un inmenso patio. 18 hoyos baldíos. 1400
familias aglomeradas a la vuelta del 17 de Octubre. Peronchos armados. Por el
Estado. 1400 familias de niños jugando al fútbol en una cancha embarrada en
estado de shock. Country, donde vive el peroncho comandante en jefe. Abajo la
casilla. Fuego al colchón. “Hermoso día de desalojo”. Casillas no más. Más
garitas. Dejá esa muñeca para atrás, es hora de jugar con balas. Los tres
chanchitos. Los lobos de los cerdos burgueses. Soplaron con las manos sucias de
sangriento fuego. Y 18 hoyos de balas en manos de niña que no juega más con
muñeca. Con la muñeca esposada ahora juega. Esposa e hijos, indocumentados por
el fuego. Ni tuvieron tiempo para reprimir pacíficamente. “Volveremo’, volveremo’”.
Peronchos terratenientes, tenientes, mientes. Falso hablar de pobre no
instruido escrito con lágrimas de amargura versadas en testimonio de esperanza
destruida, de esos recuerdos que no se olvidan más. Tiren las casillas. Quemen
las casillas. Que sea irreversible. Bum bum en la chapa. Bum bum en el cuero.
Bum bum en el techo. Bum bum el palazo. Bum bum matracazo. Que no quede ni un
pedazo. Peroncho propietario. Amabilidad de informar. Bum bum. Suenan los
tambores. Cristi bum bum. Abran camino. Con H. Habrán caminos para la vuelta y
revolcarlo al peroncho. Niña juega, bala en mano, a la muñeca esposada con
cadenas resquebrajadas, bajo el óxido de un techo en llamas de una casilla de
chapas inclinada. La patota y la juventud dorada a lo lejos, coreando cordones
policiales, dan la espalda, ocupados en su cantar. “Volveremo’, volveremo’”…
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