Fuente: LVO N° 405
La ocupación de tierras en el Parque Indoamericano durante 8 días desencadenó una crisis política de magnitud que, por ahora, cerraron en forma reaccionaria pero que dejó una polarización social entre sectores medios que se expresaron como base de una oposición de derecha y la emergencia de los estratos más golpeados de la clase trabajadora expresando a millones sin techo.
El secretario de Macri, Rodríguez Larreta y Aníbal Fernández el Jefe de Gabinete y responsable real hasta entonces de la Policía Federal del Gobierno de Cristina Kirchner, presentaron el pacto como el segundo “operativo conjunto” después que, también, el martes 7 y miércoles 8 las policías Metropolitanas y Federal de ambos gobiernos iniciaran la persecución contra los hermanos sin techo disparando sobre la Villa 20 y asesinando a las tres primeras víctimas. Las vagas promesas presentadas a las más de 1600 familias ocupantes, de inclusión en un plan de vivienda cuya iniciativa queda en manos del xenófobo Macri (que construye en la ciudad menos de 100 viviendas por año) es una burla macabra, que sólo puede ser presentada como una concesión por el cínico Jefe de Gabinete, el mismo que un día dijo que Julio López podía estar “en la casa de la tía”. En el acuerdo anunciado ni siquiera se dice cuantos planes de vivienda se otorgarán. El objetivo que unió a Macri y Cristina fue impedir que se propagara la única vía efectiva para los más explotados de conseguir vivienda y doblegar la voluntad de los gobiernos que representan a las grandes inmobiliarias y constructoras: la ocupación de terrenos. Los unió el espanto ante lo que ya amenazaba con extenderse en la zona sur del conurbano bonaerense, como en Quilmes donde el intendente K, el “Barba” Gutiérrez, acaba de pedir el refuerzo de Gendarmería nacional para defender, entre otras ocupaciones, las tierras ociosas en la planta del frigorífico Finexcor propiedad del monopolio Cargill.
El subsuelo de la clase trabajadora, sublevado
En lo profundo, vivimos una nueva manifestación de la irrupción de los sectores más bajos y postergados de la clase trabajadora y el pueblo que se viene produciendo desde meses atrás. En primer lugar, con la organización y lucha de los ferroviarios tercerizados que con cortes de vías paralizaron los trenes del Roca desde el mes de julio hasta que, posteriormente al crimen de Mariano Ferreyra, obtuvieron un triunfo histórico que alentó un contagio en las empresas telefónicas y eléctricas, así como en fábricas de la industria alimenticia como Pepsico. En segundo lugar, en Formosa se levantó la comunidad toba por su reclamo de tierras que fue aplastado con la intervención policial del gobernador Insfrán mostrando que los “nacionales y populares” gobiernan para los intereses sojeros desplazando a los pueblos originarios y campesinos pobres por la extensión de la frontera agrícola. Esta semana en el Parque Indoamericano vimos al sector de la clase obrera que, en su mayoría inmigrantes, nutren las ganancias de los empresarios textiles, con trabajo en negro o tercerizado dentro de las propias villas, trabajadores informales con salarios de 1500 pesos que les resulta imposible para sostener un alquiler de piezas inhabitables, mientras son la mano de obra barata del boom de la construcción de grandes edificios y torres para la especulación inmobiliaria.
Cada uno de estos embates de los explotados ha sido rechazado con violencia, estatal o para-estatal, como no podía ser de otra manera, ya que es un elemento nuevo, profundamente revolucionario, de la escena nacional bajo el gobierno de los Kirchner. Las demandas acuciantes del subsuelo de la clase trabajadora son, claro está, un golpe a la imagen de un “modelo” que, con un crecimiento a “tasas chinas” durante los últimos 8 años. mantiene a millones sumergidos en la pobreza extrema. No se trata de una lucha salarial, por más dura que sea, para alcanzar la inflación, que puede ser canalizada hacia la presión dentro de las paritarias que han sido instituidas. Se trata de una lucha contra conquistas estructurales que la clase capitalista obtuvo con la dictadura, primero, y luego con el menemismo, que provocaron severas derrotas que dejaron una división profunda de la clase trabajadora. Por ello, la saña de la violencia combinada entre las fuerzas represivas del Estado y las bandas digitadas por punteros y caciques territoriales, de barrabravas y patotas sindicales como la de Pedraza en el ferrocarril y la del gremio municipal de Datarmini y Genta que en los 70 alistaron en lo mas rancio de la derecha peronista.
Los tercerizados y ahora la masa de obreros en negro, fluctuantes entre el trabajo eventual y la desocupación, que salieron con sus familias a pelear por la vivienda, son un desafío a una relación de fuerzas histórica que solo se podrá revertir completamente con acciones independientes, de las masas, de esa magnitud y sentido contrario, como la que despuntó en el 2001.
Las movidas “estatales” para imponer el “orden” reaccionario
“Si ocupás tierras, te quito el plan” agitaban la noche del martes 14 en la villa los punteros K y los alcahuetes de la Constructora Shocklender y Hebe de Bonafini S.A. La Asignación Universal por Hijo, que el gobierno “nacional y popular” muestra como el súmmum de los “nuevos derechos de ciudadanía”, fue utilizada como extorsión estatal contra los que no tienen ningún derecho más que la protesta. El acuerdo “de Estado” establece una cláusula por la cual, como explicó Aníbal Fernández en conferencia de prensa, “todo aquel que usurpe no tendrá derecho a formar parte del plan de vivienda ni acceder a ningún plan social”. Un planteo violatorio de derechos constitucionales, completamente reaccionario y de una concepción similar a la Ley de Residencia de comienzos del siglo XX. Un verdadero intento de “restauración” contra lo que verdaderamente golpeó y puso a la defensiva a los neoliberales en la Argentina, la acción directa del 2001. Así lo certifican tanto Macri que dijo que el gobierno “adopto nuestros argumentos”; como también Elisa Carrio que señaló que el acuerdo “esta bien porque puso un limite a la extorsión” poniendo bajo este nombre, por supuesto, a las ocupaciones de tierras para reclamar vivienda. Lejos de ser “destituyentes”, el Grupo A apoya el curso adoptado por el gobierno de Cristina Kirchner.
El paso anterior para lograr lo que resultó en esta salida reaccionaria fue hecho bajo la máscara del “dialogo” con las “organizaciones sociales” y del tono conciliador que presentó el gobierno nacional, para la tribuna, en oposición a la xenofobia abierta de Macri. Después del repliegue policial provocado por la crisis política a causa del baño de sangre en Soldati -bajo la represión conjunta y las acciones de bandas fascistas que dejaron correr-, fueron llamados a la Casa Rosada los representantes de los movimientos territoriales, incluidos los de algunas organizaciones de izquierda. Allí, bajo una mascarada de conciliación de clases, se legitimaba la acción estatal que macristas y kirchneristas negociaban en la trastienda. Las organizaciones territoriales como la CCC y el FPDS que definieron como “el enemigo principal” al gobierno porteño, facilitaron la maniobra de pinzas de ambos. El envío al Parque Indoamericano de la Gendarmería (la fuerza más usada para despejar rutas y reprimir desocupados en los años ‘90) y la Prefectura (que en 2007 liberó el territorio del Casino flotante en Puerto Madero contra los piquetes de despedidos del capitalista del juego Kristóbal López) fue presentado como necesario para “pacificar el lugar”. Sin embargo, las agresiones de las bandas siguieron con total impunidad, y hacia adentro del predio ocupado los gendarmes fue el factor de presión de primer orden (el “látigo en la ventana”) a la hora de “negociar” un “desalojo pacífico”… con una pistola en la cabeza. Hasta Evo Morales dejó en la estacada a los hermanos bolivianos sin techo, declarándose contra las tomas.
Lamentablemente, vimos a las conducciones de los partidos y movimientos que centran su política en el “trabajo territorial”, desde la CCC hasta el Partido Obrero, ayudando a legitimar la presencia de estas fuerzas en el Parque Indoamericano ante “Hannibal” Fernández. En el primer caso, jactándose, como Juan Carlos Alderete de la CCC de haber sido “traído en helicóptero” para avalar la intervención del gobierno nacional y, en el segundo caso, pidiendo ante el Jefe de Gabinete que “el estado garantice la vida” (Declaración “Los planteos del PO en la reunión con Anibal Ferndández y Macri. Ver www.po.org.ar).
Aunque la CCC, al igual que el Frente Darío Santillán, se opuso, luego, al acuerdo reaccionario, la trampa estatal del kirchnerismo ya estaba tendida. El decisivo día que se levantó la toma, el martes 14, todos los movimientos territoriales, en lugar de marchar a Soldati para aportar en la balanza de fuerzas a favor de los ocupantes, decidieron concentrar en el centro porteño.
El PTS y el sindicalismo de izquierda
El PTS junto al sindicalismo de izquierda nos hicimos presentes el sábado en Soldati con 2000 compañeros y, pese a la resistencia de la Policía Federal, logramos pasar una delegación donde estuvieron dirigentes de Kraft, Zanon, el subte, de los tercerizados del Roca y del PTS. Exigimos un paro nacional de la CGT y la CTA para que les otorguen vivienda y vayan presos todos sus represores, es decir unir las fuerzas de un frente único de la clase trabajadora para abrir las puertas a una solución para millones sin techo. Esta perspectiva fue derrotada, por ahora. Pudimos ver nuevamente como actúa la burocracia sindical: o dejando aislada la acción o nutriendo las bandas fascistas que atacaron a los compañeros sin techo. Sin embargo, los hermanos argentinos, paraguayos y bolivianos, trabajadores precarizados y en negro, han mostrado potencialmente la fuerza de los explotados que, tarde o temprano, volverán a emerger. Hay que redoblar los esfuerzos por la construcción de un partido de militantes obreros y juveniles con esa perspectiva revolucionaria.
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