Rafael Santos se asombra porque para nuestro partido existe un desafío de la hora que es “transformar todo conflicto obrero importante en una gran batalla de clase”. Para Santos esto es una “verdad de perogrullo” y una admisión de que para el PTS esto no estaba planteado, por ejemplo, en la crisis del 2001-2002 por un supuesto boicot al movimiento piquetero. En primer lugar, si es una “verdad de perogrullo” cabría preguntarse porque el PO no practica esta “santa” verdad en su práctica cotidiana. Para no ir muy lejos, en el conflicto de Kraft el aporte del PO estuvo lejos de incidir para que este conflicto se transformase en una “gran batalla de clase”. Su aporte fue mínimo, al contrario del papel que desempeñó el PTS no sólo por los militantes de esa fábrica, sino como partido de conjunto. Es raro encontrar una persona que no practique ni siquiera sus propias “verdades de perogrullo”.
Santos dice que eso se podría haber hecho también en el 2001-2002 y nombra los casos de Zanón y Brukman, entre otros, y el rol jugado por el movimiento piquetero. Efectivamente, en ese momento no solo se podía, sino que se logró convertir a esas luchas en grandes batallas de clase, y el PTS jugó un papel clave para lograrlo. El movimiento piquetero tuvo un importante rol en estas luchas, y si esto no se desarrolló más fue por el conservadurismo de las corrientes que pusieron su principal empeño en la organización de ese movimiento, como el PO que construyó una colateral partidaria cuyo norte no fue ligarse orgánicamente a los trabajadores ocupados ni dar una pelea seria por trabajo genuino, para lo cual hubiera sido una herramienta poderosa organizar un gran movimiento único de trabajadores desocupados, independiente del gobierno y la oposición patronal, con libertad de tendencias. Basta recordar que en el FFCC Roca el PO fue la corriente que se negó a participar de la lucha de los desocupados que lograron imponer el ingreso de decenas de compañeros en puestos de trabajo. De ese conservadurismo se desprende que no exista hoy una corriente clasista en las fábricas surgida de los miles de compañeros piqueteros que ingresaron a trabajar entre el 2003 y el 2007. Por otro lado, Santos debería preguntarse porqué sus propios ejemplos, al menos los más notorios y conocidos para millones de personas en el país y el mundo, como Brukman y Zanón, contaron con un papel central por parte del PTS. Esos fueron conflictos que se transformaron en grandes batallas de clase. Luego, con el gobierno K, las luchas obreras fueron mucho mas contenidas y los conflictos con radicalización fueron la excepción. En la gran lucha del Casino, frente a un fuerte ataque patronal, gubernamental y burocrático, el PTS jugó todas sus fuerzas, y es por eso que fueron procesados dirigentes de nuestro partido y abogados del CeProDH. Lo mismo sucedió en Mafissa. Es decir que para el PTS la posibilidad de convertir a cada lucha obrera en una gran batalla de clase es algo que no empieza hoy. Pero, lo que estamos destacando es que la decadencia de ciclo kirchnerista, la crisis histórica de la burocracia y el desarrollo de un activismo obrero exige pelear para que, lo que ha sido una lamentable excepción en la práctica de la izquierda y de las corrientes que se dicen antiburocráticas, se generalice. De la batalla política y programática, y de esta práctica decidida en la lucha de clases, se forjarán las nuevas camadas de luchadores obreros y estudiantiles que permitirán construir un gran partido revolucionario. Con posiciones como la de Santos, el PO muestra que prefiere continuar con su cómoda rutina autocomplaciente.
De la FUBA basta analizar un aspecto claramente burocrático de su práctica política: 8 años de conducción sin realizar un Congreso ordinario de la Federación en épocas de clases. Una “dirección” que teme encontrarse en un mismo sitio discutiendo, digamos con el 1% de los estudiantes de la UBA (unos 3000 estudiantes), lejos de ser ejemplo e inspiración revolucionaria, evidencia su intención de ocultar ante el movimiento estudiantil las “roscas” que terminan, como en el último Congreso, en acuerdos con corrientes burocráticas y sojeras como la CEPA/PCR e incluso de la centroizquierda. Un acuerdo indefendible ya que ni siquiera estuvo planteado el peligro concreto de perder frente a la Franja.
El compañero Santos se asombra también por una definición que debería ser de perogrullo: que las posiciones en la industria son más inestables por la dictadura patronal que en las dependencias estatales y los servicios donde el PO concentra su escasa participación entre los trabajadores. Por pensar así, dice Santos, al PTS el conflicto de Kraft “lo pilló en pelotas”.
Viendo la participación de cada corriente en ese conflicto histórico, deberíamos preguntarnos que hubiera pasado si nos encontraba “bien vestidos” y como podría definir Santos la situación en que fue pillado el PO cuando se topó con el conflicto industrial más importante en décadas... El tema es que el PO está enojado porque llegó mal y tarde al nuevo despertar de una franja de la clase obrera y ve esta realidad desde afuera. En vez de reconocer y corregir los errores a la luz de lo nuevo que emerge en el movimiento obrero, prefiere la comodidad rutinaria, que como siempre es acompañada con una ofuscación sectaria evidente ante los que estamos dispuestos a poner todas nuestras fuerzas para que los nuevos sectores de la vanguardia obrera y estudiantil saquen conclusiones revolucionarias de sus experiencias en la lucha de clases.
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