Philippe Alcoy
Fuente: La Izquierda Diario
Martes 22 de septiembre de 2015
“A desalambrar, a desalambrar
Que la tierra es nuestra
Es tuya y de aquel
De Pedro y María, de Juan y José”
Que la tierra es nuestra
Es tuya y de aquel
De Pedro y María, de Juan y José”
“A desalambrar”. Ese es el título de una célebre canción del gran
compositor y cantante uruguayo Daniel Viglietti. Viglietti se refería a
una reivindicación popular histórica en el continente americano: la
reforma agraria; la expropiación de los latifundistas y el reparto de la
tierra entre los campesinos pobres. Pero hoy, ante las imágenes
horrorosas que vemos en Europa y sobre todo ante la respuesta represiva
de los diferentes gobiernos de la región frente a lo que ellos llaman
“la crisis inmigratoria”, no podemos más que retomar fuerte y alto ese
grito: ¡A desalambrar, a desalambrar las fronteras!
Sí, “a desalambrar” porque desde hace varios meses las imágenes de
vallados de alambre de púa a lo largo de kilómetros y kilómetros de
fronteras inundan las páginas de periódicos, los noticieros, las redes
sociales. Niños, mujeres, ancianos, jóvenes y hombres extenuados los
atraviesan como pueden, rasgando sus vestimentos al pasar, apresurado
para que guardias no vengan a reprimir, tirar gases, dar matracazos.
Hungría se transformó en un país central… para la travesía de miles
de inmigrantes hacia los países imperialistas de la UE. Para muchos,
Hungría es la puerta de la UE y supuestamente el “último obstáculo”
antes de llegar a Austria o a Alemania. Hungría se transformó para
muchos en una pesadilla. Las últimas leyes anti-inmigratorias votadas
por el gobierno reaccionario de Viktor Orban estipulan penas de entre
tres y cinco años, y hasta deportaciones, para quien atraviese la
frontera ilegalmente.
Pero Orban no es el “monstruo de Europa”… o por lo menos no el único.
Como es sabido por todo el mundo: ningún inmigrante quiere instalarse
en Hungría sino pasar por ese país para llegar a su meta que son los
países más ricos del continente. En otras palabras, Orban (pero también
gobiernos vasallos como el de Macedonia, que ni siquiera hace parte de
la UE) está haciendo el “trabajo sucio” de Merkel y otros gobiernos
imperialistas.
Pero el rol de Orban es fundamental para evitar ver escenas de
violencia y represión contra los refugiados e inmigrantes no ya en la
frontera de un país semicolonial como Hungría sino en las puertas de
Alemania, Austria, Francia, Holanda, Bélgica. Cabe decir sin embargo que
esto ya se produce en la frontera entre Francia y Gran-Bretaña en donde
inmigrantes y refugiados que intentan cruzar hacia la orilla inglesa
son duramente reprimidos por los gobiernos de ambos países.
Pero el flujo de refugiados e inmigrantes continúa. Para quien escapa
de la guerra, las bombas y la miseria, alambres de púas, matracas y
gases no son suficientes para detenerlo. Tampoco son suficientes la
hipocresía y el cinismo de gobernantes que hablan de “inmigración
ilegal”, de “clandestinos”. ¿Quién ya vio refugiados de guerra tomarse
el tiempo de pedir una visa? Y por más que pudiesen, la UE es uno de los
lugares más hostiles para inmigrantes y refugiados en el mundo y sus
leyes de extranjería hacen del continente una verdadera fortaleza
reaccionaria.
Sin embargo, en varios países europeos pudimos asistir a importantes
muestras de solidaridad por parte de la población. Desde marchas masivas
hasta la organización concreta de la solidaridad aportando alimentos,
vestimentas, bienes de necesidad básica. Ante la anulación de trenes a
destinación de Austria o Alemania desde Hungría y la reinstauración de
controles en las fronteras, se llegó incluso a organizar el transporte
de los refugiados e inmigrantes en los automóviles particulares de
personas provenientes de Austria y Alemania.
Pero ante semejante drama esto ya no es suficiente. En algunos países
son incluso las tendencias más xenófobas y racistas que están ganando
terreno más que la solidaridad. Pero lo más terrible tal vez es la falta
de respuesta por parte de las organizaciones del movimiento obrero
europeo. Tanto se habla del “modelo social” europeo, de los méritos de
la “cooperación” entre patronal, Estado y sindicatos. La realidad es que
las direcciones de los principales sindicatos fueron completamente
ganadas a la defensa de los intereses del capitalismo nacional.
Y esto tiene consecuencias en la consciencia de los trabajadores. No
solo prepara un terreno favorable a las ideas nacionalistas, a los
prejuicios racistas, al corporativismo sino que destruye los lazos de
solidaridad de clase y la confianza misma de los trabajadores en su
capacidad de luchar para defender intereses de clase. Es en ese sentido
que muchos trabajadores temen que la llegada masiva de inmigrantes tenga
como consecuencia una degradación de sus condiciones de trabajo y del
nivel de salarios, sobre todo en medio de una crisis económica
histórica.
Al contrario, la supuesta “crisis inmigratoria” podría ser utilizada
por las organizaciones del movimiento obrero como una muestra de la
verdadera naturaleza de la clase dominante y de su personal político en
Europa. La llegada masiva de refugiados e inmigrantes, junto a la crisis
económica y las medidas de austeridad impuestas a varios países
europeos, revela las contradicciones e hipocresía del discurso del
imperialismo sobre la supuesta naturaleza democrática y respetuosa de
los derechos humanos de la UE.
La organización de la solidaridad concreta pero también de una lucha
contra las políticas reaccionarias de los gobierno de la UE lanzada
desde sindicatos, organizaciones de la juventud, estudiantiles, de
barrios populares podría dar gran confianza a los explotados y oprimidos
y ayudar a la recuperación de cierta tradición internacionalista del
movimiento obrero europeo.
Una campaña de solidaridad de este tipo podría ser la base para el
lanzamiento de un movimiento social europeo internacionalista en la que
miles y millones de personas en las calles, lugares de trabajo y
estudio, en los barrios, impusieran a los gobiernos reaccionarios de la
UE la apertura de las fronteras y el recibimiento en condiciones dignas a
todos los refugiados e inmigrantes. Sería también la mejor arma para
luchar contra las ideas y los grupos y partidos de extrema derecha en
Europa.
De este modo igualmente, como hemos visto a miles de automovilistas
voluntarios desafiar las políticas gubernamentales que impedían el
desplazamiento de inmigrantes, podríamos ver a miles movilizarse hacia
las fronteras para abrirles las puertas a nuestros hermanos y hermanas
refugiados e inmigrantes. De este modo el “¡A desalambrar!” de Viglietti
podría transformarse en una política concreta en las fronteras hoy en
día herméticas del la UE.
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