Philippe Alcoy
Fuente: Izquierda Diario
La crisis política en curso en Macedonia, en donde miles de personas
desfilaron en las calles exigiendo la renuncia del gobierno, podría
sorprender por tratarse de un país que no nos tiene acostumbrados a
grandes movilizaciones populares en los últimos años. Pero la realidad
es que ésta se suma a una serie de crisis políticas y sociales que
atraviesa la región desde por lo menos el comienzo de la crisis
económica mundial. ¿Esta inestabilidad social y política que comienza a
preocupar en las capitales occidentales estaría marcando el fin de un
periodo de parálisis de las clases populares de la región?
“Sociedad civil” y conciliación de clases
Sin embargo, lo que marca fundamentalmente a estos movimientos es la
confusión ideológica y la falta de un programa alternativo que responda
consecuentemente a los intereses de las clases populares en total
independencia de las corrientes políticas capitalistas y del
imperialismo.
Es así que frente al problema del régimen político y de una
democracia degradada se propone en general la reivindicación del
“fortalecimiento de la sociedad civil”; o ante el problema de las
privatizaciones mafiosas no es extraño que se exijan “privatizaciones
transparentes”. En cierto modo existe una ilusión extendida sobre la
construcción de un “capitalismo sano” y una verdadera democracia
liberal. Es decir, una visión de conciliación de clases en el que
“buenos patrones”, clases medias y trabajadores tendrían un objetivo
común: la lucha contra la “clase política” corrupta.
ONGs, fundaciones y organismos internacionales imperialistas
contribuyen a instalar esta visión sobre la imposibilidad de superar la
democracia burguesa y el capitalismo y a presentar el “horizonte
europeo” como la única “salvación” para las sociedades de Europa del
Este. Esto favorece la desviación/contención burguesa del descontento
popular.
Sin embargo, por más que por el momento las burguesías locales y el
imperialismo hayan logrado desviar y/o contener las diferentes revueltas
populares, esto no significa que los gobiernos que se instalan sean
estables y que las fuentes de revuelta hayan desaparecido. Todo lo
contrario. En realidad estas protestas y revueltas son un golpe para los
regímenes y los debilitan, dejando abierta la posibilidad de más
agitación social en el futuro. Además, muchos de los países de la región
que conocieron revueltas populares ya hacen parte de la UE desde hace
varios años (Eslovenia, Bulgaria, Rumania), sin evocar las crisis que
sacuden países importantes de la UE. De esta forma, la “perspectiva
europea” pierde cierto poder de atracción.
Uno de los problemas que se plantean para estas movilizaciones reside
en que se dan en clave “ciudadana”, es decir policlasista en donde la
participación de la clase obrera se da de forma diluida en la masa. Esto
dificulta el desarrollo de una política obrera y popular y son los
sectores de clases medias que le imprimen el tono político a las
reivindicaciones.
El único ejemplo que se dio en estos últimos años en donde las
reivindicaciones obreras estuvieron realmente en el centro del
movimiento fue durante la explosión social de 2014 en Bosnia. En ese
caso, el movimiento nació a partir de la represión contra una protesta
de desempleados y de la juventud de la ciudad obrera de Tuzla (en el
noreste del país) y se expandió a varias ciudades importantes incluida
su capital, Sarajevo. El límite que tuvo este movimiento es que no logró
ganar la entidad serbia del país y sobre todo que los sectores en lucha
eran esencialmente los desempleados u obreros de fábricas en un proceso
avanzado de cierre y los jóvenes precarios. La clase obrera empleada,
paralizada por el miedo a la desocupación, no participó. Las burocracias
sindicales incluso condenaron las manifestaciones.
La cuestión fundamental es si la clase obrera junto a los sectores
oprimidos logrará entrar en acción en las próximas explosiones sociales e
imponer sus propias reivindicaciones contra las clases dominantes
locales y el imperialismo.
Pensar las vías para el paso de la “restauración” a la “transición”
Efectivamente la cuestión de levantar un programa de clase,
independiente de la burguesía y del imperialismo, es fundamental. Sobre
todo en esta región en donde hacia el fin de los años 80 varios países
conocieron una serie de importantes luchas obreras contra las
burocracias estalinistas incapaces de resolver la crisis económica y
social que atravesaba el conjunto del ex “bloque socialista”.
Las revueltas populares en varios países lograron derribar a los
viejos regímenes estalinistas pero fueron capitalizadas y desviadas por
distintas variantes políticas burguesas y restauracionistas. Justamente,
la presión de la clase obrera es uno de los factores que llevó, en los
primeros años de la década del 90, a que una parte de la burocracia
estalinista se decidiera por adoptar la vía de la restauración
capitalista.
En ninguno de los casos los trabajadores fueron capaces de frenar el
proceso de restauración capitalista y la instalación de regímenes de
democracia burguesa levantando su propio programa de revolución política
contra la burocracia estalinista. Al contrario, una parte significativa
del proletariado se inclinó, aunque sin entusiasmo, por apoyar las
variantes restauracionistas.
Hoy que comienza a haber brechas en estos regímenes instaurados a
principios de los años 90 la clase obrera debería evitar caer en los
mismos errores. Para esto es necesario que sus alternativas sean
radicalmente diferentes de las “soluciones” aportadas por la burguesa y
el imperialismo.
Así, frente a los regímenes corruptos y represores no es posible
proponer cambios y reformas superficiales o limitados al marco
existente. Al contrario, es todo el marco que debe ser cambiado. En ese
sentido, una Asamblea Constituyente libre y soberana podría ser un
primer paso para avanzar hacia la satisfacción de las demandas
democráticas estructurales de las masas.
De esta forma, los trabajadores, la juventud y el conjunto de los
oprimidos podrían defender medidas como que todo funcionario cobre lo
mismo que un trabajador calificado, lo que evitaría que la política se
transforme en una forma de enriquecerse para un puñado de políticos
corruptos. Este es un problema central el conjunto de los países de la
región y que provoca un rechazo generalizado.
Pero esto no es suficiente para garantizar la independencia del
personal político y de altos funcionarios de las distintas instituciones
del Estado con respecto a los capitalistas y al imperialismo. Es por
eso que además de la elección de todos los puestos de responsabilidad en
el Estado se debería exigir la revocabilidad de diputados, ministros,
jueces, etc.
En esta región la cuestión de la opresión nacional se plantea tanto
frente al imperialismo como al interior de cada país. El nacionalismo de
hecho fue utilizado por varias corrientes restauracionistas para
dividir a los explotados de muchos de los países en cuestión. Es por eso
que el derecho a la autodeterminación para las naciones oprimidas de la
región es también una reivindicación democrática central y la única
forma de crear las bases de una verdadera fraternidad entre los pueblos.
Pero en los ex Estados obreros burocratizados de Europa del Este una
cuestión ocupa un lugar central, tal vez comparable al rol que la
reforma agraria podía jugar en otra época: la renacionalización sin pago
ni indemnización y bajo control obrero y popular de todas las empresas y
servicios públicos privatizados durante el proceso de restauración
capitalista. Esto se podría extender también a las empresas privadas
abiertas durante este proceso y que hoy en plena crisis deciden cerrar o
despedir masivamente.
En efecto, si la apropiación privada de la riqueza producida
colectivamente es una de las características fundamentales del
capitalismo, en los ex Estados obreros burocratizados la restauración
capitalista implicó un verdadero robo a gran escala de la propiedad y la
riqueza nacional producida durante varias décadas gracias al esfuerzo
del conjunto de la sociedad. Es el carácter abiertamente criminal y
contemporáneo de esta suerte de “acumulación primitiva de capital” en
los ex Estados obreros burocratizados que permite que esta
reivindicación sea fundamental y entendible claramente por las masas
trabajadoras.
Estas medidas sería una forma no solo de responder a la acuciante
cuestión del desempleo, sobre todo entre los jóvenes, sino también una
base sólida para la constitución de organismos de autoorganización de la
clase obrera y de las masas para así responder a la cuestión de la
“participación popular” en las decisiones de la sociedad. Estos órganos
de autoorganización de las masas podrían incluso desarrollarse hasta
crear formas de doble poder y disputarle el poder a la burguesía y
deshacerse de la tutela y la opresión imperialista sobre los países de
la región.
2/6/2015.
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