Philippe Alcoy
Tres horas y media de ruta
separan Sarajevo de Tuzla. Tres horas y media de música ex yugoslava acompañan
durante el trayecto. En medio de un lindo camino montañoso, un desolador paisaje
de sitios industriales ex yugoslavos, semi abandonados o directamente en ruinas,
aparece poco a poco. Bienvenidos a (lo que queda de) la Tuzla obrera.
Ciudad industrial por
excelencia en el tiempo de la Yugoslavia “socialista”, con gran tradición de
lucha obrera como durante la revuelta minera de 1920 en la Yugoslavia
monárquica, hogar de resistencia antinacionalista durante la guerra de
1992-1995, Tuzla es hoy en día un verdadero “cementerio de fábricas”. O el
hogar de empresas agonizantes.
Muchas ciudades miserables
existen a través de un mundo marcado por la explotación y la espoliación de los
pueblos semi colonizados por un puñado de países imperialistas. Pero no es
exactamente lo mismo confrontarse a una ciudad devastada por la
desindustrialización. Los vestigios de lo que fue y las promesas de lo que pudo
ser surgen violentamente en cada esquina, en cada rincón de la ciudad.
Abandonada, con
construcciones cayéndose a pedazos. A diferencia de Sarajevo,
el interés por la especulación inmobiliaria es menor. Prácticamente, no hay
grandes torres nuevas y lujosas. A diferencia de Sarajevo, en Tuzla la tasa de
desempleo que está en la boca de todo el mundo no es de 40% sino de “más de 50%”.
Como en Sarajevo, la ciudad
y sobre todo los edificios públicos que representan el poder político siguen
estigmatizados por la cólera popular del año pasado. “Muerte al nacionalismo”,
“revolución” son algunas de las inscripciones que quedan en el edificio en el
que se encontraba el gobierno cantonal. Vidrios rotos. Paredes destruidas por
el fuego. Como si hubiera pasado ayer. Como si todo fuese a explotar de nuevo
mañana.
El nuevo gobierno del cantón
asume y, como prueba del peso de las organizaciones obreras, convoca a los
representantes de los trabajadores de distintos sindicatos, de distintas
fábricas, a una cita para “discutir” de sus reivindicaciones. Muy probablemente
nada harán para satisfacerlas. Todo es una cuestión de forma. 150 obreros y
obreras de distintas fábricas y empresas acompañan la reunión en la calle frente
al cordón policial.
Poco después de que la
reunión terminara una columna de obreras se dirige, silenciosa, hacia la
fábrica de calzados “Aida”, a solo unos metros de ahí. La fábrica está
completamente paralizada. Las obreras de esta empresa perteneciente al cantón
de Tuzla exigen, desde hace varios años, que éste pague las cotizaciones
patronales correspondientes a la obra social y a los aportes jubilatorios
impagos desde hace… 18 años. Como afirma un militante que acompaña las luchas
obreras desde hace varios años: ¡Se trata de una empresa pública que evade
impuestos!
De ahí nos dirigimos al
local del sindicato Solidarnosti, un sindicato
que reagrupa varios obreros de las principales fábricas en lucha en la ciudad y
surgido luego de la explosión social de hace un año.
En una pequeña pieza,
cubierta de un humo de cigarrillo espeso, la única con pieza con calefacción,
se amontonan varias personas. Un pequeño grupo de mujeres se encuentra ahí. Son
trabajadoras del “Hotel Tuzla”. En un proceso de privatización opaco, los
trabajadores fueron llevados a endeudarse para comprar acciones de la empresa
bajo la promesa de que un “inversor-socio estratégico” los rembolsaría. Esto nunca
ocurrió. Hoy en día los más de 100 trabajadores se encuentran endeudados por
casi 10.000 euros cada uno, una fortuna. Una de estas mujeres presentes en el
local se encuentra bajo la amenaza de ser expulsada de su casa. Una situación desesperada
frente a una justicia abiertamente del lado patronal. Los trabajadores exigen
la anulación del contrato de privatización y la anulación de la deuda de los
empleados.
Las discusiones continúan
sobre la situación de Dita, una empresa de fabricación de productos de limpieza
y de cosméticos, muy importante en la época yugoslava, hoy en quiebra. Uno de
los obreros explica que por más que las máquinas sean viejas se podría lanzar
la producción pero que para eso necesitarían por lo menos 250.000 euros para
comprar insumos. La empresa está completamente endeudada, sus cuentas
bloqueadas y el dueño prófugo. Seguimos hablando de expropiación, de control
obrero, de Zanon, de que las deudas las tienen que asumir los capitalistas y no
los obreros. Uno de los sindicalistas pensativo afirma: “para imponer eso hace
falta una revolución”…
"Muerte al capitalismo. Libertad para el pueblo"
En esta ciudad obrera, con
gran tradición de lucha, en donde comenzó una gran conmoción social hace un
año, a pesar de todas las dificultades objetivas y subjetivas, la clase obrera
sigue en pie de lucha. En medio de tanta barbarie capitalista, la resistencia obrera
no es una cuestión de elección sino una necesidad. Una cuestión de vida o
muerte. Una cuestión de supervivencia obrera.
20/2/2015.
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