Sarajevo, un año después de
la explosión social
Philippe Alcoy
Los taxistas hablan. O solo
algunos. En todo caso, este habla. Del aeropuerto al centro en algunos minutos,
seguramente me cobró más de lo que costaba. A las 10 de la noche pasadas, soy
el último pasajero de un día que comenzó a las 8 de la mañana. “¿Y qué tal
Bosnia?”, le pregunto en medio de nuestra conversación. Con una sonrisa me
responde “perfecto, como se dice acá, ‘sin dinero, sin problemas’”. “¿Qué pasó
con las manifestaciones del año pasado?”, insisto refiriéndome a la explosión
social que sacudió el país en febrero del 2014. “¿Para qué sirve manifestar si
después votas a los mismos de siempre?”, me responde. Una visión escéptica
compartida por muchos pero poco convincente en el medio de una situación que
poco cambió y que sigue alimentando explosiones sociales futuras.
“Más de 40%”, es la tasa de
desempleo que está en la boca de todo el mundo. Es peor entre los jóvenes, con
estudios o no. Los que pueden, piensan en irse o se van. No estoy seguro de
cómo decir “precariedad” en inglés. Una amiga me cuenta que da tres horas
semanales de clases de italiano y que gana menos de cien euros por mes. Le
gustaría ir a vivir por un tiempo en el exterior. Pero tiene miedo de tener que
volver y encontrarse sin las tres horas de clases de italiano y los menos de
cien euros por mes. Ya no era necesario encontrar la traducción exacta de
“precariedad”…
Muchos petrodólares se
transforman en un poco mas de marks convertibles. Ya
estuve en esta ciudad hace algunos años y una de las cosas que me había
sorprendido era la cantidad de shopping centers en medio de tanta pobreza. Lo
que ayer era un nuevo gran shopping center en construcción hoy es un gran
shopping center, arrogante, terminado. O casi. En todo caso las compras ya se
pueden hacer ahí. Por otro lado, lo que ayer era un museo, hoy es un museo
cerrado por falta de financiamiento. Y así va la vida… y la muerte. Hace
algunos días son dos vidas obreras que en estas grandes construcciones se
perdieron por la desidia patronal.
Ya estuve en esta ciudad
hace algunos años y otra de las coas que me habían marcado eran las marcas de
la guerra de 1992-1995 aun presentes en muchos edificios y casa en forma de
impactos de balas. Como cicatrices en un cuerpo luego de un gran accidente.
¿Cicatrices o heridas abiertas? En todo caso, es el precio que Bosnia tuvo que
pagarle al “fin de la historia”. No. En realidad había más. Porque para toda
una “multitud” el “fin de la historia” rimaba con el “fin (forzoso) del
trabajo”. Desempleo de masa. Multitud desempleada en el mundo decadente del 1%
ganador.
Pero hoy otras marcas se suman
a las de ayer. Estas nuevas marcas no se encuentran en cualquier edificio. Es
así que se puede ver el edificio que acoge al gobierno del cantón de Sarajevo
que conserva aun las marcas del odio popular que lo hicieron arder
prácticamente exactamente hace un año. Paredes marcadas por el fuego. Pintadas.
¿Cicatrices o heridas abiertas? En todo caso, los resultados
de las elecciones de octubre último no deben engañar a nadie. Nada cambió
sustancialmente en la situación de miseria para los trabajadores y las clases
populares en Bosnia. Nada garantiza que no haya nuevas explosiones sociales.
Para algunos es solo una cuestión de tiempo. El dicho popular reza “donde hubo
fuego, cenizas quedan”.
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