Philippe Alcoy
Fuente: La Izquierda Diario
El 11 de julio de 1995 el enclave bosniaco-musulmana de Srebrenica
caía. Del 13 al 16 de julio de 1995 el ejército de los serbios de Bosnia
dirigido por Ratko Mladić exterminaba más de 8000 hombres y jóvenes
bosniaco-musulmanes de la ciudad en edad de combatir. Todo esto frente a
la total pasividad de los cascos azules holandeses de la ONU.
Algunos meses más tarde los acuerdos de Dayton, que concretizaban la
partición étnica del país, eran firmados y la guerra llegaba a su fin. A
veinte años del último genocidio en territorio europeo, todos los
responsables están lejos de haber sido castigados y cicatrices aun
quedan abiertas.
Srebrenica junta a Goražde y Župa eran los tres enclaves bosniacos en
el territorio dominado por las fuerzas nacionalistas serbias en el Este
del país. La población bosniaca de las ciudades y pueblos vecinos se
había aglomerado en estos enclaves para escapar a los ataques del
ejército de los serbios de Bosnia. La población bosniaca se encontraba
encercada, asediada y con un acceso muy limitado al abastecimiento de
alimentos y medicamentos. Se trataba de un plan consciente del ejército
serbio de Mladić.
En 1993 el general francés Philippe Morillon, comandante de las
fuerzas de la ONU (FORPRONU), se dirigió a Srebrenica llevando víveres.
Cuando la delegación de la ONU se preparaba para volver a Sarajevo los
habitantes de la ciudad bloquearon la ruta denunciando el abandono en el
que “los Occidentales” los dejaban ante los ataques de las fuerzas
serbias. Después de haber sido retenido en la ciudad por dos días el
general francés se dirigió a la multitud con estas palabras: “vine por
mi propia voluntad y decidí quedarme, en Srebrenica; de ahora en mas
están bajo protección de las fuerzas de la ONU”.
Luego de este evento la ONU se vio obligada a declarar la ciudad
“zona de seguridad”… pero bajo las condiciones impuestas por el jefe
militar de los serbios de Bosnia Ratko Mladić y el líder político serbio
Radovan Karadžić. Éstos exigían que las fuerzas de resistencia de la
ciudad fueran desarmadas. La ONU aceptó estas condiciones e impuso el
desarme de los defensores de Srebrenica.
Así, las fuerzas serbias obtenían una primera victoria gracias a la
“intervención humanitaria” del imperialismo: mientras la ciudad seguía
aislada y asediada por las fuerzas serbias (la defensa de ésta por las
tropas de la ONU no era más que una vaga promesa), los serbios obtenían
el desarme de los que hubieran podido presentar algún tipo de
resistencia o incluso impedir que la ciudad cayera. Así, las fuerzas de
Mladić solo esperaban el momento oportuno para lanzar el asalto final.
La responsabilidad de las potencias occidentales
Un largo artículo publicado recientemente en el periódico británico The Guardian revela la responsabilidad y complicidad de las potencias imperialistas occidentales en la caída de Srebrenica,
lo que hacía parte de un plan para obtener un rápido acuerdo de paz
poniendo fin a la guerra más sangrienta en suelo europeo desde el fin de
la segunda guerra mundial.
Si bien es conocida la responsabilidad de los cascos azules
holandeses, que abandonaron a la población de Srebrenica que les pedía
ayuda, los autores del artículo del Guardian revelan que numerosas
pruebas demuestran que la “caída de Srebrenica hacia parte de una
política elaborada por los “tres grandes” - Gran Bretaña, Estados Unidos
y Francia – y los dirigentes de la ONU que buscaban firmar la paz a
todo precio; una paz terrible a costas de Srebrenica…”.
Los dirigentes políticos y militares imperialistas consideraban que
los enclaves eran “indefendibles” y sobre todo que para llegar a un
acuerdo de paz rápidamente con los representantes serbios había que
dejar caer los territorios bosniaco-musulmanes. Así, según el ex
ministro holandés de la defensa Joris Voorhoeve, los servicios secretos
de los Estados Unidos y de Gran Bretaña estaban al tanto desde el mes de
junio 1995 del plan de los serbios de acararse de los tres enclaves
bosniacos.
Más aun, el 8 de marzo el comando del ejército de los serbios de
Bosnia publicaba la “Directiva 7” que ordenaba la toma de los enclaves,
al mismo tiempo que Ratko Mladić declaraba ante la asamblea de los
Serbios de Bosnia su intención de “hacer desaparecer” la población
bosniaca de los enclaves. Todo esto era de público conocimiento y los
gobiernos occidentales estaban al tanto.
Ante estos hechos, se puede medir toda la hipocresía de Gran Bretaña
que estos últimos días intentó hacer adoptar una moción en la ONU
reconociendo el genocidio en Srebrenica. Ésta fue de hecho vetada por
Rusia, lo que constituye una prueba suplementaria del carácter
reaccionario del régimen de Putin.
Dayton y la aceleración de la “limpieza étnica”
El genocidio de Srebrenica se produjo en julio de 1995 cuando se
hacía cada vez más claro que nos dirigíamos hacia une división “étnica”
del territorio de Bosnia-Herzegovina. Así, la operación de “limpieza
étnica” en Srebrenica, así como la deportación y el masacre de civiles
serbios de Krajina en Croacia durante la “Operación Tormenta” llevada a
cabo por el ejército croata en agosto de 1995, buscaban legitimar la
ocupación de los territorios y poder luego reivindicarlos como
“territorios nacionales” en las negociaciones de reparto de los restos
de la ex Yugoslavia.
En la lógica del plan reaccionario de “división étnica” de
Bosnia-Herzegovina el problema planteado por la existencia de enclaves
musulmanes en el futuro “territorio serbio” solo podía ser resuelto por
la conquista de éstos y una “limpieza étnica”. Es significativo que de
los tres enclaves solo Goražde, que había podido resistir al ataque de
las fuerzas serbias porque se opuso al desarme, haga parte hoy en día de
la federación croato-musulmana, una de las dos entidades que componen
el Estado de Bosnia-Herzegovina actualmente (la otra es la entidad
serbia, Republika Srpska).
La unidad de los explotados y oprimidos frente al nacionalismo y al imperialismo
A los sufrimientos durante la guerra en Bosnia hay que sumarle un
proceso de privatizaciones y de desindustrialización que le siguió, lo
que significó miseria, desempleo y degradación general del nivel de
vida. Con una tasa de desempleo de 40% y una gran parte de la población
dependiente de las subvenciones del Estado, la situación de las clases
populares del país, ya sean serbias, bosniacas o croatas, es desastrosa.
El clientelismo, la corrupción y el control de los empleo públicos por
parte de los partidos nacionalistas hace parte de la vida cotidiana de
la población.
Desde el comienzo de la crisis económica internacional, la situación
se está agravando. Los dirigentes imperialistas, que diseñaron los
acuerdos de Dayton hace 20 años, presionan hoy en día para que se lleve a
cabo una reforma del Estado bosnio en el sentido de más centralización…
para aplicar los ajustes exigidos. Los dirigentes serbios por su parte
se transformaron en los principales defensores de la “Bosnia de Dayton”.
Estos acuerdos les dan un poder político y económico que ni la
unificación con Serbia ni la independencia le ofrecerían.
Frente a esta situación las clases populares de Bosnia-Herzegovina
supieron asustar tanto a los partidos nacionalistas como al imperialismo
durante la explosión social de febrero de 2014. En esa ocasión una
parte de la clase obrera, junto a la juventud precaria, expresó su
rechazo a la casta política en el poder desde el fin de la guerra, a las
privatizaciones que permitieron a capitalistas locales e
internacionales apropiarse la riqueza nacional, pero también a la Bosnia
de Dayton.
Desde ese entonces nada cambio realmente en la situación de la clase
trabajadora y de las masas populares del país y las consecuencias
políticas y económicas de la guerra de 1992-1995 están aun presentes. Se
trata de una situación insostenible. El rol de la clase obrera será
determinante para evitar que la crisis del régimen de Dayton sea
capitalizado por tendencias todavía más reaccionarias que les que
dominan el país desde hace 25 años.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire