Philippe Alcoy
La noticia de la caída del avión de la
Germanwings, filial low cost de Lufthansa, costándole la vida a 150 personas
provocó mucha emoción. Pero ésta iba a ser mucho más fuerte al conocerse que,
según los datos de la caja negra, sería el copiloto que habría provocado
voluntariamente la caída del avión. Una tragedia y una historia alucinantes que
por diferentes aspectos revelan el carácter bárbaro de la sociedad capitalista.
Varios periódicos revelaron que el copiloto,
Andreas Lubitz, había sufrido un “episodio depresivo grave” en 2009 y que aun
hoy estaba bajo un tratamiento específico. Por su parte la investigación reveló
que Lubitz ocultó a la empresa que el día del accidente estaba de baja médica. Como
afirma un psicólogo especialista en el seguimiento de los pilotos: “las personas que sufren depresión ‘saben
bien que [confesar] una depresión hipoteca la aptitud’ a volar (…) ‘pero esto
se puede esconder. Si alguien simula, no quiere que los otros se den cuenta, es
muy difícil’ descubrir tales casos”. En el caso de Lubitz, la empresa
estaba al tanto de sus problemas anteriores, lo que lo podría empujar a
disimular aun más su estado de salud.
Si bien algunos periódicos evocan un
“síndrome de burnout”, en la mayoría de los medios el tema es tratado bajo el
ángulo del traumatismo individual, evocando una “ruptura sentimental” reciente.
Claro está que este análisis sirve para desviar la investigación de una posible
responsabilidad de la empresa y de las condiciones de trabajo.
En cierto modo se podría decir que las
revelaciones sobre el estado de salud mental de Lubitz son una buena noticia
para la patronal de Lufthansa. Es que al no tratarse de una falla mecánica o
incluso de un error humano sino de un acto individual deliberado, el de un
“loco”, la empresa puede desligarse de toda responsabilidad. De hecho, el
director de Lufthansa insistió en varios medios de comunicación sobre “el caso
particular” que constituye lo sucedido.
Sin embargo, las declaraciones de la ex
compañera de Lubitz parecen indicar un malestar con respecto a ciertos aspectos
de su trabajo: “hablábamos mucho del
trabajo y en esos momentos se transformaba en otra persona, se enfurecía con respecto
a las condiciones de trabajo: bajos salarios, miedo por el contrato [de
trabajo], demasiada presión”.
Estigmatización de las enfermedades mentales,
banalización del sufrimiento psicológico
Otra consecuencia de este drama es la
acentuación de la criminalización/estigmatización de las personas que sufren
algún tipo de discapacidad o patología mental, psiquiátrica. No sería
sorprendente que el control y la represión hacia los pilotos y el personal de
cabina bajo tratamiento psicológico o psiquiátrico, o que hayan estado bajo tales
tratamientos, se refuercen.
Paralelamente, todo está hecho para que nadie
denuncie la responsabilidad profunda de la sociedad capitalista en esta
tragedia. Una sociedad cuya barbarie engendra y/o acentúa todas estas enfermedades
mentales y traumatismos psicológicos.
En este caso particular, es comprensible la
indignación que provoca el acto de Lubitz, que le ha costado la vida a tantas
personas. Sin embargo, la lógica misma de una sociedad que banaliza el
sufrimiento y estigmatiza las enfermedades mentales, conduce a ciertas personas
a interrogarse sínicamente: “¿por qué no se suicidó solo?”. La pregunta es más
bien: ¿Cuánta gente se suicida sola, anónimamente, sin que a nadie le importe?
Más allá de los aspectos críticos de los
tratamientos psicológicos y psiquiátricos que, en sus versiones dominantes,
pueden incluso ser nefastos ya que se integran perfectamente a la lógica
reaccionaria de la sociedad burguesa, es imposible de no denunciar el hecho que
el capitalismo lleva a considerarlos en su conjunto como una especie de “lujo”.
La crisis económica mundial hace aumentar el
número de suicidios, como el ejemplo de Grecia lo muestra. Los gobiernos
capitalistas que aplican los planes de ajustes desmantelan poco a poco los servicios
que, en los hospitales y clínicas públicas, deberían encargarse de las personas
que sufren traumatismos psicológicos y enfermedades mentales. Al contrario, muchos
de estos que se los designa como “locos” no conocen otros tratamientos que ser
inundados de medicamentos para “estabilizarlos”, postrarlos en un estado casi vegetativo,
hasta perder toda sensibilidad, toda humanidad.
Vivimos en una sociedad que engendra la “locura”
y al mismo tiempo destruye todos los medios de tratarla, la criminaliza y la
estigmatiza. La tragedia de Germanwings es en ese sentido una terrible
consecuencia de una sociedad brutal que nos destruye no solo físicamente sino
también psicológicamente. Une razón suplementaria para subvertirla en la
perspectiva del establecimiento de una sociedad liberada de opresión y
explotación que son la fuente de tanto sufrimiento en nuestro planeta.
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