28.8.09

Crisis económica: “nada es verdad y todo está permitido”


13/10/2008

Ante la gravedad de la crisis económica los banqueros, la gran burguesía accionista y de la industria, que todavía ayer eran los adalides de la autorregulación del mercado y de la no intervención del Estado, claman de rodillas la intervención millonaria de los Estados y planes gubernamentales para salvarlos y devolver la “confianza” en los mercados.
Estos salvatajes escandalosos son muy impopulares ya que dejan al descubierto el carácter parasitario de las clases dominantes, sobre todo su sector especulador. Es por eso que en el seno de la dirigencia burguesa (hasta la mas “liberal”) se ha desarrollado un discurso “anti especuladores”. Éste consiste en oponer a una supuesta burguesía “responsable” (la industrial) a una burguesía “irresponsable” que se dedica a especular en la bolsa. Una prueba de esta hipocresía puede ser el discurso del 25 de septiembre del presidente de Francia, N. Sarkozy, en el que decía: “Se dejaron a los bancos especular en los mercados en vez de hacer su trabajo que es movilizar el ahorro al servicio del desarrollo económico y analizar el riesgo del crédito. Se financió al especulador en vez de al empresario. Se dejó sin ningún control a las agencias de notación y a los fondos especulativos (…) esto no es la economía de mercado, esto no es el capitalismo” (Dicho sea de paso, que esta denuncia “vehemente” no impidió que hoy Sarkozy anunciara que Francia pone 360 mil millones de euros a disposición de los mismos banqueros especuladores).
En un articulo de 1900 llamado “A propósito de la filosofía del ‘superhombre”, Trotsky define a esta burguesía de la bolsa como “un grupo que vive como un rapaz a expensas de la sociedad, pero en condiciones mucho mas favorables que el miserable lumpenproletariado: se trata del “parasitenproletariado” de calibre superior (…) lo que vincula a todos los miembros de este orden disparatado de caballería burguesa es la expoliación abierta, y al mismo tiempo (en general, evidentemente), impune, a una escala inmensa, de los bienes de consumo, sin ninguna (insistimos) participación metódica al proceso organizado de la producción y distribución”. Luego insiste en que a diferencia del lumpenproletariado, el parasitenproletariado “al mismo tiempo que desprecia las normas jurídicas y éticas de la sociedad burguesa, no tiene nada en contra de las condiciones creadas por su organización material”. Para Trotsky el ideólogo de esta “casta” era Nietzche con su filosofía del “superhombre”. Ésta era una especie de “moral de clase dominante” que tenía por lema “nada es verdad y todo está permitido”.
Obviamente esta actitud es intolerable e insoportable para la “moral de los dominados”, pero en cierto modo también lo es para la moral burguesa capitalista. Es que “el burgués medio es un individuo razonable. Él va mordisqueando cautelosamente, siguiendo el sistema, acompañándose de sentencias emocionantes, de sermones moralizantes, de declaraciones sentimentales sobre la misión sagrada del trabajo. Un “superhombre” burgués no se comporta de ninguna manera de este modo: él acapara, toma, expolia, come todo hasta el hueso y encima dice: sin comentarios eh!”.
En tiempos de crisis como el actual, es fundamental que la burguesía “sana” marque sus diferencias (aparentes) con este grupo social parasitario… ¡para justificar su propio parasitismo! En cierto modo, la burguesía resalta las “virtudes” de los “industriales responsables” para justificar ante los trabajadores las futuras concesiones económicas y regalos estatales con el dinero de la salud, de la educación, de las jubilaciones.
Pero esta diferencia es ridícula y puramente demagógica ya que muchos grandes grupos industriales son al mismo tiempo grandes especuladores de la bolsa. Así, esta crisis capitalista que es enteramente responsabilidad de la burguesía (tanto de la parasitaria industrial como de la parasitaria accionista) la debe pagar ella y no los trabajadores. Es por eso que debemos prepararnos para la resistencia y levantar un programa obrero y popular como el defendido por la IV Internacional: ante la bancarrota de los grandes bancos, nacionalización de la banca sin pago y bajo control de los trabajadores; ante las quiebras y los despidos masivos, repartición de las horas de trabajo entre todos los brazos disponibles, escala móvil de los salarios y control obrero.

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